En los últimos años,
el término literatura feminista se escucha cada vez más. A pesar de que
su existencia o su especificidad llega a ser controversial, es llamativo que en
realidad donde más aparece es en los catálogos editoriales y en los estantes de
librerías, donde se agrupan bajo una necesidad del mercado, libros que tocan
temáticas feministas, así como libros de ficción de autoras feministas o, en
algunas confusiones, pueden formar parte de este grupo obras simplemente por el
hecho de que sus autoras o sus personajes sean de sexo femenino.
La propuesta es
desarticular este binomio para analizar lo adjetivado del asunto e intentar
comprender mejor de qué se trata y si el término es válido y correcto o si se
debería desglosar, o suplir por otro. Así como también retomar la discusión
sobre “lo personal es político” haciendo un recorrido entre lo institucional y
lo popular en relación con lo público y lo personal (íntimo o doméstico).
¿De qué hablamos
cuando decimos feminismo?
En una sociedad con pluralidad
de voces y vorágines interpretativas, explicar qué entendemos por feminista
sería enredarnos para finalmente no ser totalmente fieles a la verdad. Por eso,
intentaré abordar el tema desde la etimología de la palabra feminismo.
Para dar cuenta de lo
inextricable de la cuestión podemos empezar por la definición que le otorga la Real
Academia Española (RAE), que tiene como misión principal “velar por que los
cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a
las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en
todo el ámbito hispánico”
“Doctrina y
movimiento social que pide para la mujer el reconocimiento de unas capacidades
y unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres.”
A pesar de que el
primer movimiento de liberación femenina del que tenemos conocimiento es el
pedido de una iglesia para mujeres que planteó Guillermine de Bohemia a fines
del siglo XIII, la aparición de este término data del SXIX. El primero en
utilizarlo fue el francés Alexandre Dumas, en el año 1872, cuando publica El
hombre-mujer y convoca a aquellas mujeres que pedían igualdad de educación
y derechos entre ambos géneros. Aunque este neologismo tuvo una connotación
negativa, fue diez años más tarde que la periodista Hubertine Auclert se
reivindicó feminista como quien lucha por mejorar la situación de las mujeres
y, al apropiárselo, lo resignificó. También, en su lucha por el sufragio femenino,
reclamó el uso en femenino de las palabras del ámbito electoral.
Actualmente se habla
de la cuarta ola feminista como una postura de crítica, de revisión histórica
de las falacias que le dejó el posmodernismo tanto a la palabra como al
movimiento feminista (Brenner y Fraser, 2017). Al día de hoy siguen fluctuando
discursos misóginos, puristas, homofóbicos o patriarcales, tanto en el ámbito
institucional como en el público. Y, aunque el feminismo no es exclusivo de las
mujeres ni sólo a favor de ellas (recordemos a Marcuser como uno de los
referentes teóricos del movimiento), hoy el imaginario popular latinoamericano,
luego de ser atravesado por la Marea verde, el movimiento Ni una menos,
la consigna de “Vivas nos queremos”, el apoyo y las repercusiones que
suscitaron los hashtags #Yosítecreo y #NoesNo (sumados a la
realidad de femicidios cotidianos que nos llegan a través de los medios de
comunicación hegemónicos y la cotidianeidad de abusos y atropellos institucionales,
públicos y domésticos hacia los derechos de la mujer) sigue sosteniendo
prácticas y tradiciones burocráticas patriarcales.
Lo personal es
político: el ámbito público y el institucional
Recientemente, la
artista Evelina Sanzo interpretó el Himno Nacional Argentino solicitado
por la gobernación de Santa Fe
El 30 de diciembre
del año pasado, en plena pandemia de Covid-19 y después de décadas de lucha, se
promulgó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (Ley N° 27.610,
Argentina). Miles de mujeres, de diversas franjas etarias, celebramos dentro y
fuera del Congreso, así como también en los barrios, calles y plazas, y
nuestras propias casas. Otras tantas, se indignaron. Sin embargo, al tratarse
de la primera medida de política de salud pública que respeta y valida la
decisión de la mujer sobre su propio cuerpo, no deja de ser un avance popular.
Esto no quiere decir que deje de haber opresión, ni siquiera hace temblar al
patriarcado que decide sobre los destinos, embarazos, cuerpos y vidas de
mujeres y disidentes de la Argentina. Pero nos da el aval legalista para
denunciarlo, nos habla de un triunfo de las protestas, nos atraviesa como
sociedad que se dirige hacia una igualdad cada vez mayor, nos proyecta a seguir
con las demandas de la larga lista que tienen los movimientos feministas. El
movimiento antes citado Ni una menos (y otres), van ahora por un estado
con perspectiva de género que incluya políticas públicas para garantizar la
erradicación o al menos la disminución de los feminicidios (incluyendo también
homicidios y agresiones por odio de género).
Autoras atravesadas
por la historicidad del feminismo
Aunque el recorrido
histórico anterior pareciera pura decoración, al hablar de literatura
feminista invariablemente tendremos que contextualizar la creación de la
obra para entender en qué momento histórico de la lucha y el alcance social de
estas ideas se tocan dentro de la trama.
La literatura
feminista está íntimamente ligada a la historia política-social del feminismo,
así como también es imposible dejar de lado la transculturalidad
En Chile, tanto
Marcela Serrano como Isabell Allende fueron consideradas en los ’90 como autoras
feministas. Ellas mismas se autoproclamaron públicamente. Tomemos el caso de Nosotras
que nos queremos tanto
“(…) No viven
juntos. Ignacio tiene su propio departamento, no muy lejos de ella. Se visitan.
Ella jura que no volverá a vivir con un hombre. A él le es indiferente mientras
la tenga cerca.
—¿Y si algún día
tenemos un hijo? ¿Vivirá contigo o conmigo?
Ésta fue la
conversación el día que María firmó los papeles para el nuevo departamento.
—No, no hables
de eso. Estamos bien así.
—El tema no es
eterno, mi amor. ¿Cuánto te falta para los cuarenta?
—¿Y cuándo
bajarás la cortina y dejarás de coquetear con la idea de que “aún puedes”?
—Hasta que aún
pueda. (…)”[3]
En el conjunto de la
historia, el personaje de María es la más rebelde. Retratada como una mujer que
quiere vivir su sexualidad al máximo pero que termina sucumbiendo al amor
heteronormativo y lucha por no entregarse por completo a la familia que el sistema
le demanda.
En el fragmento
citado más arriba, así como en varios pasajes de la novela hay una puja entre
feminismo y un patriarcado tan naturalizado como en el hecho de que Ignacio le
remarque su reloj biológico por no querer tener hijos. Leyéndolos desde la
perspectiva de la cuarta ola, no podríamos ubicar a este libro en una
literatura feminista. Sin embargo, utiliza una receta interesante: plantea la
temática, la embadurna de realismo con el cliché que representa el diálogo de
Ignacio, y lo somete a crítica del lector. Busca incomodar una sociedad donde
el feminismo estaba dormido: la tercer ola.
Nacida de la opresión:
realismo y ficción en la literatura feminista
Una de los hechos más
simbólicos de esta época, luego de la primer y segunda ola con la conquista de
derechos sufragistas y laborales respectivamente, fue el caso de Anita Hill[4] en
EEUU
Invariablemente, la
semejanza con la Ley Micaela
Una de las obras más
emblemáticas del SXIX, anterior a los casos mencionados más arriba, es El
cuento de la criada
Hoy, Atwood es
considerada una “mala feminista”[6],
ella misma tituló su artículo con este interrogante a modo de respuesta a las
críticas
La misma autora y
productora del film traducido como Fóllame (Despentes,1994), prohibido o
censurado en varios países por su contenido explícito y el supuesto mensaje que
dejaba a la sociedad, publica en 2007 el libro La Teoría de King Kong
¿Podemos hablar del
género literatura feminista?
¿La literatura
feminista debe estar escrita exclusivamente por mujeres? ¿Una autora
feminista está obligada a escribir literatura feminista? ¿Una feminista
puede escribir sobre otra cosa? ¿La literatura feminista puede tener
protagonistas de género random? ¿Es la literatura feminista aquella
destinada a lectores con ciertas ideas o con ciertas inquietudes?
El origen del feminismo
nace contra la opresión cuando la mujer sale del ámbito doméstico y se la
incluye en el ámbito público. En este momento, estamos viviendo un proceso de
institucionalización buscando legitimación y visibilidad de las demandas. Gana
territorio válido y deja a la vista llagas que incomodan a la sociedad entera,
incluso dentro del mismo movimiento. Esto puede leerse como una forma de pautar
con el Estado, de calmar las aguas y disipar la furia que la injusticia genera,
así como también aplaza cambios más radicales
La literatura está
inmersa en la sociedad antes de ser obra, el lenguaje es la forma en que el
individuo social expresa su mundo íntimo y lo socializa. Es imposible pensar
que la interpretación de una obra puede ser de forma pasiva o lineal cuando
cada oyente, al valorizar un discurso, se hace hablante
Recientemente, el
libro Game Boy
Aunque los libros
tratados en este escrito son de autoras femeninas, y tienen una temática
similar (la de retratar los abusos que sufren las mujeres por un sistema
patriarcal), no podrían considerarse un género discursivo autónomo. Ambos
parten de la necesidad de poner en palabras situaciones ficcionales que bien
podrían suceder en la realidad o que la misma cotidianeidad les hace gritar
mientras las atraviesan, sea literatura ficcional o no-ficcional. Pasa lo mismo
con Vikinga Bonsai (Ojeda, 2019), la primera obra de la autora Ana
Ojeda. Es una comedia-dramática que hace el uso estilístico del lenguaje
inclusivo y el lunfardo para relatar situaciones disparadas que le suceden a un
grupo mujeres y disidentes. La autora y los personajes son femeninos, aunque la
trama se aparte del drama del acoso.
Entonces,
considerando que aquellos libros que tengan por temática el sopor que sufren
las mujeres pertenece a este rubro literario (para no llamarlo género), Madame
Bovary (Flauver, 1856) podría ser considerada una obra feminista. ¿No lo
es? ¿No es Emma uno de los personajes más elocuentes y contestatarios que sufre
por cumplir con los mandatos sociales que implican el ser mujer? O por acaso,
¿no es también Emma quien sufre la dolencia femenina (supongamos) de incurrir
en la búsqueda del amor ideal que sólo puede aparecer en la ficción? Sin duda,
parece cumplir con el supuesto requisito: obra que tenga como personaje una mujer
que sufra el acoso del sistema patriarcal.
La mayoría de los
libros considerados como literatura feminista cumplen con ese mismo
canon, a pesar de que lo popular emerge y puja contra lo institucional por
salir: los movimientos LGTBQI+, las nuevas masculinidades, el lenguaje
inclusivo y el no binario, el feminismo ético, etc.
Conclusiones y
perspectivas
Nos queda entonces
repensar no sólo el término que engloba a las obras que la categoría de literatura
feminista abarca, sino también qué tipo de literatura feminista
queremos. Los hechos históricos mencionados y tantos otros que quedaron por
fuera de este texto, dan cuenta de la internacionalización del dolor que nos
hermana a las mujeres en el mundo. Somos parte de la sociedad y ésta tiene que
tomar cuenta de ello. El sistema actual queda obsoleto y la literatura tiene
que dar cuenta de ello.
Cuando pensamos en
una literatura feminista no queremos sólo encontrar denuncias, sino también
realidad que refleje la incompletud del mismo sujeto al que representa. Ser
feminista es un proceso complejo que incluye contradicciones, decisiones y
pensamientos tanto individuales como colectivos. Es ahí donde esta literatura
puede ser un enunciado pensado a un destinatario. No quiere decir que debamos
escribir pensando en quién nos lea, sino dar por sentado que al leer lo que
escribimos podemos recorrer la intimidad del otro y hacer emprender un viaje.
Es fundamental, en el
contexto de la cuarta ola feminista post-hegemónica, seguir construyendo
literatura de género, hacer arte desde esta perspectiva es hacer uso del
lenguaje para exponer lo real en nuestra sociedad, lo imperfecto. Del mismo
modo, no dejo de abrigar esperanzas en que cada vez haya mayor libertad en la
toma de decisiones para las mujeres y disidentes, incluso en escribir
literatura.
Bibliografía
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México: Octaedro.
Atwood, M. (18 de Enero
de 2018). Am I a bad feminist? The Globe and Mail, págs.
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https://www.clarin.com/sociedad/cambio-letra-himno-argentino-consignas-feministas-acto-oficial-licencia-poetica-_0_7SuchinUq.html.
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https://www.lavanguardia.com/internacional/20190426/461872430180/biden-disculpa-anita-hill-28-anos-despues.html
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Junio de 2021). El Himno Nacional y los mediocres de siempre. Página 12,
págs.
https://www.pagina12.com.ar/345063-el-himno-nacional-y-los-mediocres-de-siempre.
[1] https://www.rae.es/la-institucion
[2]
El
libro se trata de un diálogo entre estas dos pensadoras en torno a la
controversia generada ante la presentación de "Nuestro Himno", título
de la versión española de "The Star-Spangled Banner" (el himno de
EEUU) con modificaciones en defensa de los inmigrantes, interpretada por Gloria
Trevi, Carlos Ponce y Olga Tañón (entre otros músicos) en representación a los
migrantes latinos más allá de su legalidad. 28 de abril del 2006.
[3] Nosotras que nos queremos tanto, Marcela Serrano, 1991. Pág.178. Ed.
Planeta.
[4] Anita Faye Hill es una profesora de
la Universidad de Brandeis (Waltham, Massachusetts), abogada y activista feminista. En el año 1991 acusó al candidato a juez
de la Corte Suprema de
los Estados Unidos, Clarence
Thomas, de haberla acosado sexualmente mientras era su supervisor en
la EEOC (Equal Employement Opportunity Commission)
en la década de los 80. La utilización durante el juicio del concepto "acoso sexual" significó el dar a conocer y popularizar un término que desde
mediados de los 70 surgió en los círculos del movimiento feminista radical. El trato que le dieron hizo que la experiencia
fuera humillante para la mujer. Joe Biden, recientemente electo como presidente
de los EEUU, era quien dirigió la audiencia.
[5] Micaela García de 21 años fue violada y
asesinada en Gualeguay (Abril, 2017) por un hombre a quien le fue concedida la
libertad condicional. Los medios centraron la responsabilidad en el juez que
liberó al femicida. Dos años más tarde, se promulga La Ley Micaela, que
establece la capacitación obligatoria en género y violencia de género
para todas las personas que se desempeñan en la función pública, en
los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación.
[6]
Margaret Atwood (Ottawa, 1939) es también activista cívica. Fue duramente
criticada por haber firmado en una carta dirigida a la Universidad de la
Columbia Británica en noviembre de 2016. En dicha misiva, un grupo de
personalidades canadienses deploraba el proceder de las autoridades
universitarias respecto a las acusaciones de agresión sexual contra Stephen
Galloway, profesor del departamento de creación literaria. Los firmantes
catalogaron la actuación de la universidad como injusta y poco transparente, evitando
así la posibilidad de que el profesor se defendiera.
[7] https://www.theglobeandmail.com/opinion/am-i-a-bad-feminist/article37591823/