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¿Por qué oBscuro?

Su origen es del latin obscūrus, su significado es "lo que carece de luz". La RAE la considera sinónimo de "oscuro", y recomienda usar la forma más simple, entre ellas dos.
Pero la obscuridad humana, lleva una B en el medio. Es compleja, innecesaria, desmedidamente bella, suburbio de lo social. Y es momento de mostrarlo, crudo... así como vino al mundo.

miércoles, 15 de abril de 2020

La otra mitad del tiempo

Entonces, miró de costado y vio la mitad del tiempo. Hacía frío y el aire helaba las gotas de rocío que yacían en el asfalto. La calle vacía en la oscuridad de la noche estaba cubierta por un manto de niebla que le daba a la escena un aspecto fantasmal.

Pero era real. A su lado, un poco atrás, estaba la mitad de su tiempo. El camino por donde había dado los pasos para llegar hasta ese lugar donde estaba parada con su gamulán azul, forrado con corderito por dentro.

Cuando abrió la boca para hablar, su aliento se cristalizó un instante antes de desaparecer en la noche.

- Te extraño, ¿me extrañás?

Sabía que no había respuestas. Esperaba alguna señal del destino que le hiciera devolver las ganas de volver a ser la que había sido.

Siguió observando el vacío de la humedad del asfalto, el reflejo de las luces nocturnas. Nadie la miraba. Podría suceder cualquier cosa, nadie se enteraría.

El estar sola en la ciudad era su situación preferida. Pocas veces se daba esa oportunidad, pero la aprovechaba para meditar. La mitad del tiempo había sucedido. Por delante, sólo tenía futuro. Cualquier uno. Pero mientras se quedara en ese lugar, el tiempo estaría detenido. Ni siquiera un ruido. Goteos, papeles, viento, bocinas... todos estaban dormidos.

- ¿Me extrañás? - dijo a los gritos. Su voz retumbó e hizo eco, pero se apagó al instante devolviendo la quietud.

La luz del farol más cercano parpadeó. Una brisa helada hizo bailar su pelo delante de su cara y, al irse, se lo acomodó suavemente sobre el pecho.

Miró hacia abajo. Se vio. Nada de su ropa, ni su cuerpo, ni su pelo mostraba todo lo que había perdido. Los sueños no estaban intactos. Se rió sola, como una loca, a carcajada limpia. Su cordura, quizás tampoco. Se sonrió. Su dignidad, destruida. Arqueó el lado izquierdo de su boca, con pena. Su inocencia, corrompida. Seriedad. Su silencio, intacto. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Su vergüenza, fortalecida. Rebalsó una lágrima y echó a correr por su mejilla. Su padre, muerto. Sus puños se cerraron con fuerza dejando caer una gota de sangre.

- ¿¡Me extrañás!? - suplicó entre sollozos.

Miró hacia la otra mitad del tiempo. Dio un paso de fe, aún con los puños firmes. Otro paso. Y otro. Vio la luz que se le aproximaba, pero el rocío helado la hizo resbalar cuando intentó dar un paso al costado.

El conductor del camión, que venía de descansar en el bar después de un viaje de dos días, se disponía a continuar su camino rumbo a Bariloche. Había comido un pollo con papas acompañado con una copa de vino tinto. Sacó el camión con cuidado del aparcamiento, hizo tres cuadras e intentó doblar. Encontró parada en el medio de la calle a una chica de gamulán azul que caminaba hacia el camión. No le dio tiempo a frenar, el rocío helado lo hizo resbalar cuando giró el volante espantado al ver a la luz a esa mujer con las manos y la ropa ensangrentada que gritaba: "¡Justicia!".

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