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¿Por qué oBscuro?

Su origen es del latin obscūrus, su significado es "lo que carece de luz". La RAE la considera sinónimo de "oscuro", y recomienda usar la forma más simple, entre ellas dos.
Pero la obscuridad humana, lleva una B en el medio. Es compleja, innecesaria, desmedidamente bella, suburbio de lo social. Y es momento de mostrarlo, crudo... así como vino al mundo.

domingo, 31 de enero de 2021

Presas presas

 Me disfrazo de noche, de inmensidad

y vuelo.

Me tapo el dolor con estrellas.

Sale el tiro por la culata:

siento penas ajenas.

Ondula la Luna

Las aguas de este mar están calmos, 

¿es mi locura o la tuya?


Vayamos lento,

aunque agazapados,

al encuentro.

Frágiles siluetas de energía,

bombas a punto de estallar.

Débiles, golpeados, maltrechos.

Heridas que quieren cerrar.


Mi máscara se cae y devela otra, y otra, y otra, y otra…

¿Cuántas van? No te veo.

Me tapa el sigilo, expectativa errante,

hasta que llegue el zarpazo de caricias suaves;

de besos torpes, lengüetazos;

de lágrimas letales, negrura;

de cicatrices, arrugas, granos, sudor, pelos. Animalezco.


Vida zarandeándonos,

nos hace chocar, 

En esta ensalada de universos paralelos,

propios y ajenos.




Obra Destacada en el I Concurso Literario Internacional de Poesía Dr. Julio Argentino Aguirre Céliz 2020 de la Biblioteca Popular Municipal Domingo Faustino Sarmiento.
Quines, provincia de San Luis, República Argentina.



jueves, 27 de agosto de 2020

Difusa Musa Maltrecha Disoluta

 Una carrera que corro contra mí misma. Una búsqueda del tesoro que escondí hace tiempo y ya no recuerdo bien dónde está, o intento olvidarlo a cada paso para poder darle sentido al camino.

 Camino que a veces me parece recorrido, y otras, lo veo tan desconocido que atenta contra mis propias certezas.

 Es el intento obstinado de darme de lleno contra un buen pretexto que me haga dejar de ser yo misma, empezar otra vez a ser quien todavía no soy, pero que en algún pasado quise ser. Esa excusa será musa que dará rienda suelta a la cordura que me anida y así podes escribir un texto desatado, desenfrenado e inconexo. A la vez, que sea recatado, fiel a los hechos, que se entienda, se quiera compartir.

 En algunas ocasiones, la musa renace de la noche como una luna llena; otras veces, como una noche sin estrellas; y, muchas otras, como un amor incomprendido, sobrevalorado. En varias ocasiones, cuando más la busco, esta doncella empedernida escatima todos mis intentos de hallarla para fundirse en el brillo de las hojas de los árboles, en el gris del pavimento, en el reflejo del cielo en el agua.

 Es ahí cuando me inhibo, me pongo arisca, me encapricho. Ella es mía, sólo mía, aún cuando es todos los hombres, todas las mujeres, todas las disidencias, todas las criaturas vivas. Me pertenece cuando la poseo, y se desvanece cuando la pierdo. Deja de existir para mí y deja de ser para todos.

De repente, llega. Así, caminando atontada, malcriada, mimada. Despojada de cualquier prejuicio, inocente. De esa inocencia que molesta y lastima. Se acerca sin disculpar su ausencia, ni comentar cuánto tiempo se queda. Hay que estar con ella, aprovecharse de su inmadurez, usarla, ultrajarla. Y hasta parece contenta con su sonrisa aprobadora, provocativa, altiva y desafiante.

La veo de cabellos largos. Unas veces son ondulados; otras, lacios. Sueltos y enredados. Sujetos, bien peinados. Como una ninfa, siempre. Bella. Pide llamarla Amor. O Dolor.

No tiene límite ni vergüenza. No tiene cara ni sexo. Simplemente es ese pelo de ninfa descalza, sin cabeza ni pies. Y siempre libre e irresoluta, me desencaja.


08/02/2008
FE DE ERRATAS
Donde dice "aprovecharse de su inmadurez, usarla, ultrajarla", debería decir aprovecharse de su inmadurez, usarla, consentirla, encarnarla" o cualquier otra clase, fórmula de palabras que desestime por completo cualquier idea que avale el abuso sobre un cuerpo.

miércoles, 24 de junio de 2020

Último acto



Hago una pausa. Pienso. Camino, hacia un lado. Me paro, miro. Recorro la mirada. Las butacas vacías. El silencio retumba. Las luces titilan como en cualquier teatro viejo, como en cualquier corazón abandonado. Los papeles pisados en los pasillos y el fantasma de la luz del acomodador que no pisa el teatro hace añares. Camino, ahora sí, para el otro lado. 

Cuando camino mis propios pasos, me detengo. Miro. Recorro los escenarios. Esos que nos anidaron en una historia que nunca existió. Que la sentíamos tan verdadera, tan nuestra, tan yo y vos. Y todos los que nos miraban, no existían, no estaban ahí. Sólo los que hablábamos, los que éramos otros, sin ser nosotros. Ya no quiero caminar. Tal vez, nunca me quiera mover de este lugar. Estoy actuando, pero en el ser otro, soy yo. Pero, yo no soy otro. Pienso más de lo que hago. Hago más de lo que hablo. No me pienso mover de aquí.


Y llega ese enemigo tácito. Barriéndome los pies, invitándome a salir de aquí. Yo me quiero quedar. Quiero ver como se apagan las luces, se cierra el telón y todo deja de respirar. Quiero ver como los fantasmas inventan una nueva obra o ensayan sus líricas imaginando voces que ya no tienen. 

Acompaño mis pasos al de la escoba. La agarro por su cintura y simulo una danza. Mi enemigo me mira con lástima, como se mira a los locos. Y ese soy yo, un loco. Que se siente más yo, siendo otros.


25/05/08

viernes, 12 de junio de 2020

UN LUGAR DISTINTO


Caminando entre perdidas historias, perdí la mía también. 
Te fijaste en mi camino, ¿no viste que nunca fue de a dos?
Vos sos vos, yo soy yo. 
Y la luna nos ata. 
Vos y Yo somos dos, 
pero nuestros caminos son distintos.
Los pies cansados de tanto patear.
La mente ida de tanto volar.
El vientre contraído de tanto reír.
Los ojos rojos de tanto llorar.

Cada arruga que me tajea la piel, 
cada momento que me marcó la vida.
La experiencia suma.
Vivir, suma.
Hablar con desconocidos, suma.
Cantar en voz alta en la calle, suma.
Y si inventás algún pasito, multiplica.

Quemar neuronas, resta.
Caminar bajo la lluvia, suma.
Caminar en el barro, suma.
Correr, suma.
Jugar, tengas la edad que tengas, suma.
Jugar a las escondidas, multiplica.

Caminar descalzo por el verde, suma.
Tirarse en el pasto, multiplica.

Tomar mate, suma.
Cebar mate, multiplica.

VIVIR LA VIDA, SUMA.
VIVIR LA MUERTE, RESTA.
SOÑAR, SUMA.
CREER, RESTA
¿?
 19/11/2007

martes, 5 de mayo de 2020

A salvo

Quien quisiera saber el destino para poder cambiarlo, se equivocaría. Él está escrito con indeleble pluma que pasea por cada vida.
Al cantar las melodías que el mundo entona, desafiante y desafinado, nos vemos unos frente a los otros. Pequeños de más, frente a las grandes dificultades; demasiado grandes frente a la felicidad del día a día. Construyendo sobre ladrillos que tienen tendencia a destruirse fácilmente. Imaginando alguien que éramos; o que queríamos ser, y no se pudo.
Pasan los años y, como hormigas en fila, nos movemos. Intimidados por lo que llamamos "sociedad".
Dicen de forma atinada, que un árbol representa la vida de una persona. El viento, al olvido. El frío, el orgullo. Por eso le tenemos miedo al invierno.
Sale el sol y con él, refloran los mejores momentos vividos. Uno por uno o atropelladamente. En toda regla, existen excepciones.
Trato de vivir en ellas.

Otoño, 2007.

miércoles, 15 de abril de 2020

La otra mitad del tiempo

Entonces, miró de costado y vio la mitad del tiempo. Hacía frío y el aire helaba las gotas de rocío que yacían en el asfalto. La calle vacía en la oscuridad de la noche estaba cubierta por un manto de niebla que le daba a la escena un aspecto fantasmal.

Pero era real. A su lado, un poco atrás, estaba la mitad de su tiempo. El camino por donde había dado los pasos para llegar hasta ese lugar donde estaba parada con su gamulán azul, forrado con corderito por dentro.

Cuando abrió la boca para hablar, su aliento se cristalizó un instante antes de desaparecer en la noche.

- Te extraño, ¿me extrañás?

Sabía que no había respuestas. Esperaba alguna señal del destino que le hiciera devolver las ganas de volver a ser la que había sido.

Siguió observando el vacío de la humedad del asfalto, el reflejo de las luces nocturnas. Nadie la miraba. Podría suceder cualquier cosa, nadie se enteraría.

El estar sola en la ciudad era su situación preferida. Pocas veces se daba esa oportunidad, pero la aprovechaba para meditar. La mitad del tiempo había sucedido. Por delante, sólo tenía futuro. Cualquier uno. Pero mientras se quedara en ese lugar, el tiempo estaría detenido. Ni siquiera un ruido. Goteos, papeles, viento, bocinas... todos estaban dormidos.

- ¿Me extrañás? - dijo a los gritos. Su voz retumbó e hizo eco, pero se apagó al instante devolviendo la quietud.

La luz del farol más cercano parpadeó. Una brisa helada hizo bailar su pelo delante de su cara y, al irse, se lo acomodó suavemente sobre el pecho.

Miró hacia abajo. Se vio. Nada de su ropa, ni su cuerpo, ni su pelo mostraba todo lo que había perdido. Los sueños no estaban intactos. Se rió sola, como una loca, a carcajada limpia. Su cordura, quizás tampoco. Se sonrió. Su dignidad, destruida. Arqueó el lado izquierdo de su boca, con pena. Su inocencia, corrompida. Seriedad. Su silencio, intacto. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Su vergüenza, fortalecida. Rebalsó una lágrima y echó a correr por su mejilla. Su padre, muerto. Sus puños se cerraron con fuerza dejando caer una gota de sangre.

- ¿¡Me extrañás!? - suplicó entre sollozos.

Miró hacia la otra mitad del tiempo. Dio un paso de fe, aún con los puños firmes. Otro paso. Y otro. Vio la luz que se le aproximaba, pero el rocío helado la hizo resbalar cuando intentó dar un paso al costado.

El conductor del camión, que venía de descansar en el bar después de un viaje de dos días, se disponía a continuar su camino rumbo a Bariloche. Había comido un pollo con papas acompañado con una copa de vino tinto. Sacó el camión con cuidado del aparcamiento, hizo tres cuadras e intentó doblar. Encontró parada en el medio de la calle a una chica de gamulán azul que caminaba hacia el camión. No le dio tiempo a frenar, el rocío helado lo hizo resbalar cuando giró el volante espantado al ver a la luz a esa mujer con las manos y la ropa ensangrentada que gritaba: "¡Justicia!".

miércoles, 1 de abril de 2020

Diario de una Cuarentena - Día 21

Cuarentena -  Día 21

Estos días fueron surrealistas. Debo decir que jamás estuve preparada para algo así. Ni mi estado físico, ni mental, ni psicológico pensaron que alguna vez iba a pasar por estas vicisitudes.

Sí, colgamos la cinta blanca en una esquina del balcón. Ya era de noche cuando bajé sigilosamente por las escaleras y salí a mitad de la calle para corroborar que se veía. Dos días enteros esperé el maldito mapa que nos aseguraría arroz, azúcar, fideos ¿pan, café, carne? Realmente necesitábamos esos insumos. ¿Y alcohol? ¿Y lavandina? No sabíamos qué podría contener la bolsa de suministros que nos darían, pero en esos dos días nos encontramos varias veces fantaseando con su contenido.

Pero la espera se vio interrumpida por una noticia muy triste. Mi madre empezó a toser y levantó fiebre. La aislamos en el cuarto y nos mudamos al living. Esa misma tarde, cuando estábamos desinfectando el colchón y ventilando las sábanas, tocaron el timbre. Era Marilú con Sonia, la hija mayor. La noticia era terrible, Candela debía ser internada con urgencia. Se ahogaba y escupía sangre. Mientras le caían las lágrimas me dijo que ya había colgado la cinta blanca y Javier del primer piso, también. También me confesó, entre murmullos y a través del barbijo, que había pensado en mudarse con Sonia al departamento de Marta, que estaba desocupado desde que ella...

No tenía oídos para sus proyectos. Mi madre había empeorado de la mañana al mediodía. Bajé a comprar un jarabe para la tos a eso de las siete de la tarde de ese mismo día. La farmacia está a dos cuadras. Tenía mi documento, $500 y una bolsa de supermercado por si me paraba la policía.

Vi el final de la fila desde la cuadra anterior. Eran 20 personas separadas por un metro y medio de distancia. Yo era la número 21. Me acerqué a la puerta para preguntar si había algún jarabe, para no perder tiempo. Me asomé a la puerta y sentí... Me agarraron los brazos desde atrás y alguien me golpeó en la cara con algo frío. Me tiraron al piso, me ataron las manos y me pisaron la espalda para inmovilizarme. Era la policía. "¿Asique estás con ganas de hacer quilombo?". Me traté de explicar pero me dieron una patada en la costilla que me dejó sin aire y aprendí la lección. No tenía que decir nada.

Me metieron en una camioneta negra. Conmigo había cinco personas más. Algunas tosían. Yo me senté con mi pañuelo al cuello y mis guantes floreados y me acordé de Amalia. El motor arrancó. Nadie sabía a dónde nos llevaban. Después de lo que calculé una hora nos bajaron a los empujones, todavía con las manos atadas y nos llevaron a una carpa. Un médico nos revisó. Por lo que pude ver, estábamos en las afueras de la ciudad. El sol ya había caído, pero se veían a lo lejos las luces de los edificios.

Nos pidieron los documentos, se los llevaron y nos dejaron sentados como indios en el piso mirando hacia abajo. Conmigo había unas cincuenta personas. Grandes, chicos, jóvenes, ancianos. Varios tosían y escupían sangre.

Antes de que vuelva el policía con nuestros documentos, dos hombres de aproximadamente cincuenta años cayeron hacia adelante luego de toser de forma desenfrenada. Parecían desmayados. Ninguno de nosotros hizo nada. Estábamos aterrados. La mujer que estaba al lado mío, le sostenía la mano a su hija de unos diez años, por atrás de la espalda. Lloraba, rezaba, puteaba y volvía a llorar.

Volvieron cinco policías con los documentos secuestrados. Fueron llamando de a uno por el número de documento. Así como la persona se levantaba y se acercaba a ellos, se la llevaban a otra carpa y se escuchaba un disparo. Nombraron a dos que no se presentaron y entendí que estaban llamando a los infectados y matándolos a sangre fría.

Quedamos menos de veinte personas. Nos desataron las manos y nos dijeron que "volemos". Caminé mucho, me separé del grupo al segundo día, porque eramos demasiado sospechosos y temía que nos volvieran a "levantar". La primera noche no dormí. Caminé entre las sombras. Al salir el sol, compré agua y seguí caminando.

Cuando llegó la noche, necesitaba descansar. Encontré un asentamiento de cartoneros que, entre chapas y cartones, me armaron un espacio. Ellos sí tenían alcohol en gel, pero nada más. Faltaba comida. Cenamos pan duro, viejo. Así como salió el sol, me fui. No les di las gracias, sólo les dejé una botella de agua que había comprado con el resto del dinero que tenía.

Finalmente, llegué a casa. Subiendo por las escaleras, la vi a Marilú entrando con Candela a la casa de Carlos. Su hija había muerto. Por el color de su piel, su muerte no era reciente. Subí las escaleras con el corazón en la boca, temiendo por mi madre. Entré y no había nadie. ¿Dónde estaban?

Volví a salir y me choqué con Marilú que estaba como ida, volviendo de su ritual. "¿Dónde están?¿Dónde están?". Marilú me miraba con los ojos vidriosos y no respondía. Escuché voces, un tropel de pisadas subiendo las escaleras. Venían a buscar a Candela. Alguien había denunciado su muerte.

En los segundos en que tardé en volver corriendo a mi casa y cerrar la puerta, entendí porqué Marilú había llevado el cuerpo al departamento de Carlos. Entendí porqué mi familia ya no estaba. Había sangre en el cuarto de mis padres, y estaba segura que era la de mi mamá. El baño también tenía sangre.

Limpié, desinfecté, me bañé y esperé. En esa espera, me volvió la tos. La misma tos que se me había ido hace días. Me latía el pómulo izquierdo y lo tenía hinchado. Tenía un dolor de piernas insoportable. Y no era para menos, había caminado mucho. Me invadió un calor, un cansancio. Se me cerraron los ojos.

***

Para leer el capitulo anterior, hacé click acá:
https://desdelomasobscuro.blogspot.com/2020/03/cuarentena-dia-16.html

Y para leer el primer capítulo de este relato hacé click acá: https://desdelomasobscuro.blogspot.com/2020/03/diario-de-una-cuarentena.html
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